NGB
12 de may de 20162 min.
La tradición de la siesta es una práctica fundamental para muchos argentinos. En la franja horaria en que transcurre se abre un universo paralelo a plena luz del día en el que todo puede suceder.
Viendo Yo no duermo la siesta, de Paula Marull, recordé un cuento de Julio Cortázar, «Final del Juego», en el que unas chicas se escapan por la puerta de atrás para ir a jugar a las estatuas. Algo similar ocurre aquí. Natalí es una nena a la que llevan a pasar el día a la casa de su vecina, Rita. Durante las horas de siesta, desde el juego, las chicas —Laura Grandinetti y Micaela Vilanova— abren espacio a un universo singular, en el que el público comprende que ese día no será igual a los demás.
En una casa de pocos recursos, una empleada doméstica —María Marull— deberá enfrentar a un novio —William Prociuk— que no acepta una negativa, y que hará todo por reconquistarla. Un tío con trastornos en el sistema nervioso —Marcelo Pozzi—, que, en un momento, pareciera traer ecos de la genial Amarcord cuando este tío se trepa a un árbol que lo tiene obsesionado.
Los juegos de las chicas combinan la ternura con la crueldad, y en ellos lo más bello con lo más siniestro de la naturaleza humana sin que el impacto mueva a la angustia. La obra expone con lenguaje costumbrista un caleidoscopio de realidades: una casa de provincia de algún pueblo, una madre que trabaja y que no está en casa en todo el día, los problemas familiares de los que se busca preservar a los chicos, la ansiedad de los chicos por ser grandes, el juego y la fantasía de quienes viven situaciones asfixiantes, la resignación ante aquello que no se puede cambiar y la decisión de afrontar los problemas aunque las adversidades sean demasiadas. En pocas palabras, ver Yo no duermo la siesta implica una contemplación sonriente sobre lo que se añora, pues el espectador se encuentra ante un espejo en el que ve reflejados de modo muy sencillo los impulsos que, a través de los juegos infantiles, delinean la esencia de lo humano.
Ficha de la obra
Dramaturgia: Paula Marull
Actúan: Laura Grandinetti, Marcelo Pozzi, María Marull, Micaela Vilanova, Sandra Grandinetti y William Prociuk.
Vestuario: Jam Monti
Escenografía: Jose Escobar, Alicia Leloutre
Iluminación: Matías Sendón
Sonido: Micaela Vilanova
Diseño gráfico: Natalia Milazzo
Asistencia general: Lara Todeschini, Javier Torres Dowdall
Prensa: Carolina Alfonso
Supervisión dramatúrgica: Javier Daulte
Coreografía: Silvia Gomez Giusto
Dirección: Paula Marull
ESPACIO CALLEJÓN – Humahuaca 3759
Esta reseña se publicó el 12 de mayo de 2016 en La Cazuela