Viaje de un largo día hacia la noche
- NGB
- 20 oct 2016
- 3 Min. de lectura
Teatrísimo, el ciclo organizado por la Casa del Teatro, no deja de sorprender con sus obras. El 17 de octubre se presentó la obra cumbre de Eugene O’Neill protagonizada por Selva Alemán y Víctor Laplace.
Viaje de un largo día hacia la noche, probablemente sea recordada por algunos por su versión en cine, con Katharine Hepburn, Ralph Richardson, Jason Robards y Dean Stockwell. En Buenos Aires, se ha presentado en varias oportunidades, pero nunca con este elenco y, mucho menos, en el formato de teatro semimontado, desafío que solo los actores más experimentados pueden enfrentar con honores.
Como se dijo, es un desafío representar esta obra, pues, en ella se juega por completo la vida del autor, quien la dedicó a su esposa, Carlotta Monterrey, con estas palabras: «Te regalo esta obra de antiguo dolor, escrita con lágrimas y sangre […]. Al amor y la ternura que me permitieron, por fin, enfrentarme con mis muertos y escribirla con profunda piedad, comprensión y perdón para los atormentados Tyrone». Se dice que los Tyrone son los O’Neill—Quinlan, su familia, y que el mismo O’Neill está representado en Edmund. Con su tan sincera y descarnada forma de escribir, temía haber develado demasiadas heridas, y prohibió que el texto viera la luz hasta un cuarto de siglo después de su muerte. Sin embargo, su propia esposa la llevó a escena al poco tiempo y se convirtió en la raíz de un género: el drama familiar norteamericano.
En esta oportunidad, cinco de los actores más prestigiosos de Buenos Aires, llevaron la obra a escena, con la dirección de Jorge Azurmendi y la producción de Juan Yacar. Transcurre en un único día de 1912, en el hogar de los Tyrone. Mary, la madre —en la piel de Selva Alemán—, regresó a casa, después de haber recibido un tratamiento por su adicción a la morfina. Allí se rencuentra con sus marido James —Víctor Laplace— y sus dos hijos Jamie —Lautaro Delgado— y Edmund —Esteban Pérez—.
En la medida en que avanza la acción, el público descorre los velos que fueron cubriendo de secretos de cada uno de los familiares: las adicciones, las enfermedades, la tacañería, la incomprensión y las frustraciones. Uno a uno, los demonios personales se presentan en la lucha de cada personaje por tratar de entender y de ser entendido por los seres que ama. Los cuatro agonistas son adictos, y en consecuencia, no pueden salirse de su propio estancamiento. Comparten la ocultación de las verdades más dolorosas y una irrefrenable habilidad para arruinarse la vida.
Nada puede repararse en esta familia, y el espectador atestigua la caída de cada uno de ellos. La frase final, dicha por la actriz Selva Alemán, lo resume todo: «Luego, en primavera, me pasó algo. Ah, sí, ya me acuerdo. Me enamoré de James Tyrone y fui feliz durante un tiempo». Después de un silencio conmovedor, el público se levantó para aplaudir, y, en lo personal, tuve ganas de abrazar a cada uno de los actores que dejaron todo de sí en el escenario del Teatro Regina.
Ficha de la obra Autor: Eugene O’Neill Versión y Dirección: Jorge Azurmendi Actúan: Selva Alemán, Víctor Laplace, Lautaro Delgado, Esteban Pérez, María Viau Vestuario: Alicia Gumá Ambientación: Gustavo Barboza Música: Francisco Ruiz Barlett Producción y Coordinación: Juan Yacar Asistencia de Dirección: Paula Pourtalé Teatro Regina — Santa Fe 1235
Esta reseña se publicó el 20 de octubre de 2016 en La Cazuela