En más de una oportunidad, la gente tiene oportunidad para preguntarse sobre la razón de ser de los artistas. El sentido del ser artista radica en la capacidad de crear y transmitir emociones, ideas y perspectivas únicas sobre el mundo. Ser artista implica una profunda conexión con el entorno y una sensibilidad especial para percibir y expresar lo que a menudo pasa desapercibido para otros. En el acto creativo, el artista encuentra su identidad y su propósito. A través de su obra, cuestiona, reflexiona y desafía las normas establecidas, y ofrece nuevas maneras de ver y entender la realidad. El arte se convierte en un espejo que refleja no solo la belleza, sino también las contradicciones, las luchas y las esperanzas de la humanidad.
Clase póstuma (Parodia amorosa) es una obra de Alejandro Robino que rinde homenaje al destacado actor, director y docente Juan Carlos Gené. La trama se desarrolla en un limbo onírico donde el maestro Gené dicta su última lección a un grupo de jóvenes actores, quienes le presentan escenas de obras clásicas y contemporáneas como Ricardo III, Hamlet, Casa de muñecas, Antígona y M’greet. A través de esta dinámica, se abordan temas fundamentales del teatro y la actuación, centrándose en la acción y sus circunstancias.
Robino captura la esencia de Gené, y lo retrata con una precisión que refleja su profundo conocimiento del teatro y su habilidad para analizar la técnica actoral. La obra no pretende ser una representación exacta de Gené, sino una exploración del sentido último de la enseñanza teatral y la profesión dramática. En el programa de mano de la función, Robino deja claro que “la obra no pretende ser vocera de Gené sino, a través de su figura docente, indagar en el sentido último de la labor didáctica y la profesión teatral”. Y esto se logra con creces en el espectáculo, donde las reflexiones sobre el arte teatral se mezclan con cuestiones existenciales humanas.
La interpretación de Claudio Gallardou, quien encarna la voz de Gené, es sobresaliente. Gallardou no solo toma distancia del gran maestro para construir un personaje propio, sino que también logra conectar de manera impactante con el público. Su capacidad para manejar las complejas reflexiones de la obra y su habilidad para involucrar al público hacen que su actuación sea verdaderamente memorable.
El resto del elenco también merece elogios por su capacidad de interpretar a los alumnos del maestro Gené. Estos actores, aunque inicialmente ingenuos, son desafiados por el maestro a convertirse en individuos más críticos y pensantes. Recrean personajes que juegan a ser discípulos y potenciales actores, interesados en el fenómeno escénico pero que son cuestionados y obligados a convertirse en creadores más profundos. Este proceso de transformación en escena es un testimonio del talento y la dedicación de los actores, quienes logran transmitir la profundidad y la complejidad de sus personajes.
La obra celebra el teatro y lo presenta como un espacio de nobleza y dignidad humana. Como dice Gené: "El teatro presenta al hombre como es, angelical y homicida, tierno y cruel. Nos enseña a descubrir y amar, precisamente, lo que la realidad oculta: a comprendernos, aceptarnos y también a cuestionarnos y no aceptarnos". Este homenaje a Gené y al arte teatral resuena profundamente en los espectadores, recordándonos el poder transformador del teatro y su capacidad para iluminar el camino de la existencia humana.
Autor y director: Alejandro Robino.
Intérpretes: Claudio Gallardou, Mario Petrosini, Celeste Gerez, Enrique Dumont, Natalia Santiago, Manuel Vignau, Ana Balduini.
Vestuario: Paula Santos.
Escenografía: Cecilia Zuvialde.
Iluminación: Soledad Ianni.
Música: Diego Rodríguez.
Coreografía: Damián Malvacio.
Sala: Teatro San Martín, Corrientes 1530.
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