Siete claves para corregir narrativa fantástica
- Nuria Gómez Belart
- 16 oct
- 5 Min. de lectura

Corregir narrativa fantástica es internarse en mundos que no existen y, sin embargo, deben sostenerse con la misma coherencia que el nuestro. En ese equilibrio entre invención y verosimilitud radica uno de los mayores desafíos de quien corrige: acompañar al autor en la construcción de un universo sólido, atractivo y creíble sin borrar su voz ni desactivar la potencia imaginativa del relato. La corrección no se limita a pulir formas; implica una lectura crítica y creativa que entienda cómo funciona la fantasía como género y qué necesita para desplegar su fuerza narrativa.
1. Conocer el género y sus múltiples tradiciones
La fantasía no es un bloque homogéneo: abarca subgéneros tan diversos como la épica, la urbana, la histórica, la oscura, la romántica o la de inspiración mitológica. Cada uno tiene convenciones propias en cuanto a tono, estructura, ritmo narrativo, tratamiento del mundo y desarrollo de personajes. Por eso, quien corrige necesita no solo dominar la lengua, sino también familiarizarse con las tradiciones que sostienen ese universo. Leer mucho —clásicos y obras contemporáneas— es una forma de construir criterio y sensibilidad.
Ese conocimiento permite intervenir con inteligencia. No se trata de forzar un texto para que se ajuste a un molde, sino de reconocer cuándo una obra dialoga conscientemente con un canon y cuándo lo repite sin intención. También posibilita detectar disonancias: un registro demasiado coloquial en un relato épico, una estructura lineal en una historia que busca jugar con el tiempo mítico o un desenlace que responde más a las lógicas del realismo que a las del género. Conocer la tradición es, en definitiva, la base para ayudar a que la obra se sitúe con fuerza en ella o la subvierta con coherencia.
2. Cuidar la coherencia interna del mundo
En la narrativa fantástica, la coherencia interna no es un lujo: es la condición de posibilidad del pacto ficcional. Si un personaje cambia de habilidades sin explicación o si las leyes de la magia se modifican a mitad de la trama, el lector percibe la grieta y el mundo pierde espesor. Quien corrige debe prestar especial atención a esas fisuras, porque muchas veces surgen de los procesos de reescritura: los autores ajustan detalles y dejan rastros de versiones anteriores.
La coherencia también implica vigilar la lógica temporal, espacial y causal. Si un reino está a dos semanas de distancia en un capítulo y a dos días en otro, hay un problema. Si un artefacto mágico tiene límites bien establecidos pero, en un clímax, los supera sin costo, se debilita la tensión narrativa. Señalar estas incongruencias no significa frenar la creatividad del autor, sino fortalecerla: cuanto más consistente sea el universo, más libremente podrá desplegarse la imaginación sin que el lector se pierda.
3. Crear recursos que acompañen la lectura crítica
Cuando se corrige narrativa fantástica, la memoria puede jugar malas pasadas. Nombres inventados, linajes extensos, sistemas mágicos complejos, cronologías paralelas… todo eso se entrelaza en un tejido narrativo que puede enredarse con facilidad. Por eso, más que depender de glosarios rígidos o plantillas preexistentes, conviene armar recursos propios de lectura: cuadros cronológicos, mapas conceptuales, fichas de personajes o tablas de relaciones entre reinos y especies.
Estas herramientas no son un fin en sí mismas, sino un medio para sostener la atención sobre el universo del relato y detectar contradicciones, repeticiones innecesarias o huecos argumentales. Además, funcionan como una base de diálogo con el autor: permiten formular observaciones precisas (“en el capítulo 7 este pueblo no tiene nombre y en el 12 sí”) y proponer soluciones fundamentadas. Al construir estos recursos, quien corrige también afina su mirada analítica y se acerca más al entramado interno de la obra.
4. Señalar excesos de información y promover su integración orgánica
La tentación del exceso es común en la fantasía: el deseo de explicar cada detalle del mundo puede conducir a largas exposiciones que detienen el ritmo narrativo. Uno de los aportes más valiosos de la corrección consiste en identificar dónde la información abunda y sugerir formas de integrarla de manera más natural. La clave está en observar si los datos aparecen cuando el narrador los pensaría o los personajes los notarían, o si irrumpen como un bloque externo al relato.
Un buen criterio es que la información surja de la acción o del conflicto. Si un personaje recurre a un hechizo prohibido, el lector puede conocer la historia de esa prohibición a través de las consecuencias que enfrenta, no de un párrafo expositivo. Lo mismo ocurre con la geografía o la política de un mundo inventado: se comprenden mejor cuando afectan la trama que cuando se presentan en abstracto. El objetivo no es borrar la información, sino ayudar a que fluya en el cauce narrativo.
5. Asegurar que los elementos fantásticos sean indispensables
La fantasía no consiste solo en añadir criaturas mágicas o escenarios irreales: su potencia radica en que esos elementos transformen el relato. Si la historia podría transcurrir igual en un barrio contemporáneo sin que nada esencial cambie, el género no está siendo explotado en su totalidad. Quien corrige puede detectar estos casos y abrir preguntas: ¿la magia incide en las decisiones de los personajes?, ¿las características del mundo afectan el desarrollo del conflicto?
Cuando los elementos fantásticos son verdaderamente estructurales, condicionan no solo el ambiente sino también la lógica narrativa, los vínculos y las tensiones internas de la historia. Un reino dividido por un río que se desplaza según la voluntad de un dios no es un simple decorado: es un factor político, económico y emocional. Señalar cuándo estos elementos quedan en la superficie permite al autor profundizar en su función y, al hacerlo, dotar a la obra de una identidad propia.
6. Leer con sensibilidad para detectar estereotipos
La fantasía, por su capacidad de imaginar otros mundos, ofrece la oportunidad de repensar los límites del nuestro. Sin embargo, muchas veces arrastra sin querer los prejuicios que conocemos: jerarquías de género, estereotipos raciales, miradas capacitistas o estructuras de poder naturalizadas. Parte del trabajo de quien corrige consiste en identificar esas repeticiones involuntarias y abrir el diálogo con el autor sobre sus implicancias.
Esto no implica censurar ni imponer una visión única, sino invitar a la reflexión. A veces el autor decide tematizar el prejuicio para cuestionarlo dentro del mundo narrativo; otras veces lo reproduce sin proponérselo. En ambos casos, señalarlo amplía las posibilidades del texto y lo ayuda a asumir de forma más consciente su lugar en la conversación literaria. La fantasía puede ser un espacio para imaginar lo que todavía no existe, y la corrección puede contribuir a que esa imaginación sea más libre y más lúcida.
7. Sostener el equilibrio entre forma y voz
En la corrección literaria, y muy especialmente en la fantástica, existe una tensión permanente entre intervenir para mejorar y respetar la voz del autor. No se trata de uniformar estilos ni de alisar cada aspereza, sino de trabajar con la textura del texto sin desdibujar su singularidad. A veces una elección gramatical que parece desviada es, en realidad, una marca de estilo; otras veces un giro retórico rebuscado aporta atmósfera y no debe suprimirse.
El desafío está en discernir cuándo un problema es efectivamente un obstáculo para la comprensión y cuándo es un rasgo que construye sentido. Esa lectura cuidadosa es parte de la responsabilidad profesional: quien corrige no escribe en lugar del autor, sino que lo acompaña a que su obra diga lo que quiere decir de la manera más potente posible. En la fantasía, donde el lenguaje muchas veces participa en la creación del mundo —con neologismos, registros arcaizantes o estructuras sintácticas inusuales—, ese equilibrio es aún más delicado y más necesario.
Reflexión final
Corregir narrativa fantástica es una tarea tan exigente como estimulante. Supone leer con rigor lingüístico, pero también con imaginación, empatía y conocimiento del género. Implica sostener la coherencia del mundo inventado sin apagar su chispa creativa, cuestionar lo que se repite sin pensar y construir herramientas para acompañar mejor la lectura. En última instancia, la corrección contribuye a que esos universos imaginarios se desplieguen con toda su fuerza y lleguen al lector no como un mero artificio, sino como mundos posibles en los que vale la pena habitar.



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