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29 de may de 20162 min.

Alacrán o la ceremonia

Parafraseando la rumba, tienen sus quejidos un lamento que, por donde cante, va diciendo que es del Sur. Le gusta la juerga y el gazpacho, y, de vez en cuando, se emborracha. Es bohemio, poeta y está algo majareta. Así es Alacrán, un personaje maravilloso, de esos que fascinan con su tonada y sus historias. En la obra que protagoniza, relata con tono elegíaco los hechos que cambiaron el rumbo de su vida: el momento en que conoció a La Cangrejo, una bailaora que lo sedujo mientras se arremangaba la falda con sus cuatro dedos pintados.

La Cangrejo tenía un amor, Paquito el Santo, el mago, un personaje cuyo sentido de justicia era exagerado. Entre estos personajes se forma una suerte de triángulo amoroso destinado a la tragedia.

Alacrán o la ceremonia, dirigida por Román Podolsky, semeja un cante por bulería, con un compás propio que se lleva en las venas. Alacrán, en la piel de José Antonio Lucía, hipnotiza al público en una suerte de ceremonia amarga, donde las heridas quedan expuestas y lo único que suaviza las cicatrices son las fábulas, el perdón y el vino tinto.

Cuando la historia llega a su final, a Alacrán, expuesto ya en toda su intimidad, solo le resta ponerse su máscara, salir al ruedo y asumirse como un triste payaso que, en medio de la noche, se pierde en la penumbra, como canta Javier Solís, con la careta de alegría y el alma rota.

Ficha de la obra
 

 
Idea: José Antonio Lucía
 

 
Dramaturgia: José Antonio Lucía
 

 
Actúan: José Antonio Lucía
 

 
Prensa: Marisol Cambre
 

 
Producción: Murática Teatro, Sandra Commisso
 

 
Dirección: Román Podolsky
 

 
TIMBRE 4 - México 3554

Esta reseña se publicó el 29 de mayo de 2016 en La Cazuela

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