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La importancia de elegir bien el corpus en una investigación

  • Foto del escritor: Nuria Gómez Belart
    Nuria Gómez Belart
  • 22 oct
  • 5 Min. de lectura

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En toda investigación científica, la elección del corpus constituye el punto de partida que determina la coherencia, la validez y la solidez de los resultados. Sin un corpus bien delimitado, pertinente y verificable, el trabajo pierde foco y se vuelve vulnerable tanto en su interpretación como en su alcance. Elegir el corpus no es, por lo tanto, una tarea administrativa ni un requisito formal: es una decisión epistemológica que define qué se va a estudiar, desde qué perspectiva y con qué fundamentos se sostendrán las conclusiones.

Cuando se habla de corpus, se suele pensar únicamente en el material empírico —los textos o datos que se analizan—, pero en realidad toda investigación trabaja con dos tipos de corpus que deben diferenciarse con claridad: el corpus de análisis y el corpus teórico. El primero corresponde al objeto concreto de observación; el segundo, al conjunto de obras que proveen las herramientas conceptuales y metodológicas para comprenderlo. Ambos se articulan en el marco de un mismo problema de investigación, pero cumplen funciones distintas y exigen criterios diferentes de selección.


Corpus de análisis: el límite como forma de rigor

El corpus de análisis es el material que se estudia directamente: documentos, textos literarios, piezas orales, interacciones digitales, grabaciones o cualquier otro soporte que contenga las manifestaciones del fenómeno elegido. Su delimitación debe ser específica y razonada. Una investigación sólida no abarca “todo lo que podría entrar”, sino aquello que efectivamente puede analizarse en profundidad.

La delimitación funciona, en este sentido, como una forma de rigor. Un corpus demasiado amplio puede volver imposible la sistematización y conducir a conclusiones vagas; uno demasiado estrecho puede impedir la generalización de resultados. Por eso, la representatividad del corpus no depende de la cantidad de materiales, sino de su adecuación al objeto de estudio.

Elegir un corpus es, también, un modo de establecer los límites del discurso científico. Delimitar no significa reducir arbitrariamente, sino reconocer que el conocimiento se construye sobre recortes justificables. La metáfora del corset ayuda a entenderlo: el recorte temático ajusta, da forma y sostiene la estructura del trabajo. Analizar “el amor en Shakespeare” sería un tema inabarcable, mientras que estudiar “las metáforas del amor en los sonetos de Shakespeare desde la semántica cognitiva” delimita el campo, fija una perspectiva y habilita una metodología.


Corpus teórico: el marco que sostiene la interpretación

El corpus teórico, en cambio, reúne las obras que proporcionan las categorías, los modelos y las perspectivas conceptuales necesarias para analizar la muestra. Mientras el corpus de análisis se observa, el corpus teórico se utiliza para observar. En él se integran teorías, artículos académicos, manuales especializados y todo texto que permita situar el objeto en una red de significaciones y antecedentes.

El error más frecuente consiste en confundir uno y otro plano: incorporar en el marco teórico materiales empíricos, o basar la interpretación en autores elegidos por afinidad personal más que por pertinencia. El corpus teórico no se selecciona por gusto, sino por necesidad metodológica. Es el que determina las herramientas con las que se examinará el fenómeno, y su coherencia con el enfoque elegido es tan esencial como la del corpus de análisis.

Además, la actualidad del corpus teórico es un requisito de rigor académico. Las teorías clásicas —como las de Todorov en literatura fantástica o las de Austin y Searle en pragmática— pueden seguir siendo útiles, pero deben complementarse con investigaciones recientes que actualicen las categorías o propongan nuevos modos de lectura. La ciencia se define por su carácter acumulativo y revisable: un trabajo que se sostiene solo en autores del pasado corre el riesgo de volverse anacrónico o irrelevante.


Fuentes, bibliografía y referencias: precisión terminológica

Es necesario distinguir entre fuentes, bibliografía y referencias bibliográficas. Las fuentes son los materiales primarios —documentos, textos, grabaciones, bases de datos— que conforman el corpus de análisis. La bibliografía abarca todo lo leído para el desarrollo de la investigación, mientras que las referencias bibliográficas corresponden únicamente a las obras efectivamente citadas. Esta diferencia, a menudo desatendida, incide en la transparencia del trabajo: enumerar solo lo que se utiliza garantiza la trazabilidad de las ideas y evita la inflación bibliográfica.

La fiabilidad de las fuentes es otra dimensión fundamental. La credibilidad de un estudio depende de que sus datos sean verificables. Un ejemplo clásico es el de Florentino Ameghino, cuya hipótesis sobre el poblamiento de América se derrumbó cuando se demostró la falta de rigor en la verificación de sus pruebas. La lección que deja ese caso trasciende la disciplina: sin control de fuentes, no hay ciencia posible.

La ética de la investigación también se juega en este punto. Trabajar con materiales sujetos a confidencialidad, con información sensible o con obras protegidas por derechos de autor exige permisos formales. Si los datos no pueden hacerse públicos o no pueden compartirse, ese corpus no es viable para una tesis ni para una publicación académica. La elección del corpus, en ese sentido, no solo es un asunto técnico: es un acto de responsabilidad.


Pertinencia, actualidad y coherencia interna

Todo corpus, tanto teórico como empírico, debe responder a una pregunta de investigación y guardar coherencia con el objeto material y el objeto formal del estudio. El objeto material es lo que se examina (por ejemplo, los decretos administrativos), y el objeto formal es la perspectiva desde la que se lo aborda (por ejemplo, el uso de los verbos modales en esos decretos). Esta distinción garantiza que el análisis no se disperse y que cada decisión metodológica esté alineada con la finalidad del trabajo.

La pertinencia también implica actualidad. Si el corpus es histórico, el marco teórico debe actualizarse; si el corpus es contemporáneo, la teoría puede incluir autores fundacionales siempre que su vigencia esté justificada. La regla general es que la teoría acompañe el tiempo del análisis, no que lo arrastre hacia atrás.

La relevancia del corpus no se mide por su rareza ni por su tamaño, sino por la claridad con la que permite responder a las preguntas planteadas. Un corpus bien elegido concentra el esfuerzo analítico y orienta la lectura, mientras que uno mal definido diluye el problema y dispersa las conclusiones.


Patrones, criterios y metodología

La función del corpus en una investigación no se agota en su elección. Una vez definido, debe organizarse a partir de criterios estables que permitan identificar patrones, regularidades y desviaciones. El análisis de un corpus no consiste en describirlo, sino en descubrir en él las estructuras que producen sentido. La existencia o ausencia de patrones, su frecuencia o su ruptura, son los datos que permiten construir conocimiento.

Este trabajo de sistematización requiere coherencia metodológica. No basta con reunir materiales: hay que aplicar sobre ellos una mirada ordenada. De ahí la importancia de definir de antemano los criterios de inclusión y exclusión, las categorías de análisis y las herramientas que se utilizarán. La claridad metodológica es lo que distingue una investigación científica de una lectura subjetiva.


Conclusión: el corpus como fundamento del conocimiento

Elegir el corpus adecuado es una decisión que condiciona todo el proceso investigativo. Implica pensar qué materiales son relevantes, cuáles son confiables y desde qué marco se los va a interpretar. Supone, además, una toma de posición frente al conocimiento: delimitar es una forma de pensar.

Un trabajo académico bien estructurado no se mide solo por la solidez de su marco teórico ni por la originalidad de sus conclusiones, sino por la precisión de su base empírica. Un corpus riguroso, actualizado y éticamente viable convierte a la investigación en un ejercicio de responsabilidad intelectual.

En última instancia, la elección del corpus no es un paso previo: es el punto donde comienza la ciencia. De esa primera decisión dependen la coherencia del método, la legitimidad de los resultados y, sobre todo, la posibilidad de construir conocimiento verificable y significativo. Elegir bien el corpus equivale a elegir bien el modo de mirar.

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© 2020 Nuria Gómez Belart 

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