Escrita por Eurípides, en el año 431 a. C., Medea se ha convertido en una de las tragedias más difíciles de representar, sobre todo, por la ferocidad en que se manifiestan las pasiones de la heroína trágica.
Teatrísimo, el ciclo que organiza la Casa del Teatro todos los lunes en el Teatro Regina, hoy presentó Medea en Manhattan, escrita por Dea Loher en 1999, en medio de la Guerra de Kosovo, recrea, partiendo del texto clásico, una historia tan actual como terrible: la problemática de los refugiados, que huyen en busca de una vida mejor, y, en la mayoría de los casos -sobre todo de esos tiempos- apenas logran subsistir en nuevas tierras, donde la sociedad los aparta o los rechaza y enseña su faceta más cruel.
Dirigidos por Lía Jelín, Valentina Bassi y Nacho Godano encarnan personajes de un tiempo mítico, que se concreta en el hoy. Mantienen sus nombres griegos y la esencia de sus papeles: son seres movidos por un imperativo que trasciende las leyes de la naturaleza, de los dioses y de los hombres.
Si bien se trata de una escrita en un tiempo y espacio determinado que no perdió su condición universal, y por lo tanto, con las palabras de Dea Loher, y con el arte de Lía Jelín, la obra se podría representar en cualquier contexto y siempre mantendría vigencia. En este caso, Medea embarazada, su hermano y Jasón viajan de polizontes a Nueva York, la ciudad-emblema del capitalismo, y allí recorren el bajo fondo, los barrios más pobres donde la miseria no es más que la sombra de las luces del éxito de las grandes empresas, inalcanzables para cualquier mortal.
Jasón, el seductor galante que lo consigue todo gracias a su sonrisa y sus palabras, ha encontrado su lugar en el mundo y un nuevo amor, la hija más pequeña del «rey» -Pablo Finamore- de la manufactura textil clandestina. Medea, no dispuesta a ceder ante la humillación y habiendo sacrificado tanto por mantener a su familia unida, elige no ceder ante la traición y cumplir con los designios del destino, anunciado por el oráculo, que aquí se llama Deaf Daidy -Matías Straff-, una travesti conocedora de todo lo que ocurra en este mundo.
No hay pasión ni arte que la obra no exponga ante los ojos de los espectadores, la obra es una gran puesta en abismo: el escenario, una suerte de Las Meninas, de Diego Velázquez, pero deconstruida, en consonancia con la imagen decadente de los personajes, que se completa con un vestuario ecléctico y atemporal. Velázquez -Alfredo Allende- es también el falsificador y guardaespaldas del futuro suegro de Jasón que le permite a Medea conocer la verdad sobre la traición de su amado.
En términos griegos, la obra está atravesada por el patetismo de estos personajes desbordados, donde las acciones estallan y se llevan al límite cuando existe la posibilidad de acceder un poder superior. El ser humano degradado, invadido por la hybris, se transforma en irreverencia pura, una constante en las obras de Dea Loher que merece ser atendida, pues la heroicidad trágica marca el ritmo de la sociedad actual.
Medea en Manhattan conserva en esta puesta la esencia de la tragedia, incluso, la disposición de un coro que relata y destaca aquello que debe ser recordado por el público y narra las muertes que no se representan en escena, pero, se actualiza en su imagen de «corifeo punk». Todo en la obra se manifiesta en una suerte de metamorfosis, donde de cada ser lucha por sobrevivir. La única que no se reúsa al cambio es Medea, pues ya lo perdió todo, salvo su propia existencia, si es que eso es existir.
Ficha de la obra Autoría: Dea Loher Traducción: Mercedes Rein, Dieter Schonebohm Actúan: Alfredo Allende, Joaquín Barrios, Valentina Bassi, Octavio Estrín, Pablo Finamore, Nacho Gadano, Matias Strafe Diseño de vestuario: Julio Suárez Diseño de escenografía: Julieta Ascar Diseño de luces: Sandro Pujia Música original: Octavio Estrín Asistencia de dirección: Matias Strafe Producción ejecutiva: Gregorio Vatenberg Dirección: Lía Jelín TEATRO REGINA – Santa Fe 1235
Esta reseña se publicó el 11 de octubre de 2016 en La Cazuela