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El cuadro


Hay quienes dicen que rodearse de objetos bellos es un modo de compensar la fealdad que se observa en el mundo. Algo similar le ocurre al personaje de El cuadro, escrita en 1962 por Ionesco y dirigida por Gastón Zambón, obra que se presenta en Pan y Arte.

Atrapado en su propio entorno, este hombre colecciona objetos que proporcionan belleza, desde un violinista enjaulado —Patricio Muñoz— que endulza la atmósfera con su música hasta objetos de nobleza en su diseño.

El personaje se muestra en todas sus excentricidades: manipula el discurso para sacar partido de las situaciones que se presentan desfavorables, somete a todo aquel que se le acerca. Es una figura de poder, tal como lo demuestra el sofá, que a modo de trono, preside la escena. El trabajo de Pablo Kusnetzoff se potencia por su destreza en el mundo del ilusionismo. La gestualidad tan característica de este mago es ideal para la composición del burgués manipulador.

Cuando un pintor —Nicolás Verdier— lo visita para venderle su obra, el hombre enrieda los parlamentos para conseguirla al menor costo, pero algo toca las fibras más íntimas del comprador, y la escena se transforma: la pintura que se le ofrece es el retrato de una mujer tan hermosa que todas las acciones del personaje se rinden a los pies del bastidor.

Alicia —Yili Di Lauro— es la hermana de este burgués. Manca, renga, vieja y, por sobre todo, frágil en apariencia, también se muestra sometida ante el poder de este tirano coleccionista. Sin embargo, ante la partida del pintor, las mascaradas se pierden y se muestran los vínculos entre los hermanos tal cual son. Este es el tema central de la obra: la metamorfosis de la apariencia en lo real.

Los cambios no solo se dan en el juego de apariencias y evidencias, sino que lo vertiginoso de las acciones de los personajes, de los parlamentos y la variación constante de estados de ánimo convierten a El Cuadro en una dificilísima obra para ser representada, sobre todo, porque las acotaciones del autor son mínimas en el texto. Esto es lo que hace meritorio el trabajo realizado por estos artistas en cuanto a la precisión de los movimientos y la consistencia gestual.

Como en todas las obras de Ionesco, se expone la ridícula existencia humana y la incapacidad de comunicación, así como también, se cuestiona la incongruencia entre ideologías y actos; pero, a diferencia del pesimismo que se impone como base del teatro del absurdo, aquí se presenta como escapatoria el camino de la belleza del Arte, a partir de todo lo movilizante que puede ser la contemplación de un cuadro.

Ficha de la obra Autoría: Eugène Ionesco Actúan: Yili Di Lauro, Pablo Kusnetzoff, Patricio Muñoz, Nicolas Verdier Escenografía: Javier Ruiz, Gastón Zambón Diseño de luces: David Seldes Prensa: Octavia Diseño gráfico: Pablo Kusnetzoff Asistencia de iluminación: Facundo David Diseño de movimientos: Omar Saravia Dirección: Gastón Zambón TEATRO PAN Y ARTE – Boedo 876

Esta reseña se publicó el 27 de mayo de 2016 en La Cazuela


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