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El peor de los públicos


La advertencia del «Mememento Mori» —podría traducirse como acordate de que vas a morir— es un recurso muy querido en la Literatura Occidental. Si bien se presenta de múltiples formas, una de las favoritas es el diálogo que se establece entre alguien vivo y quien, del más allá, dice grandes verdades.

El peor de los públicos, de Andrés Binetti y Alejandro Lifschitz, relata la historia de Atilio, un maquillador forense que vive en la Argentina tras haber sido expulsado de su España natal por haber presentado el cadáver de un soldado fascista como un payaso en su propio sepelio.

En el sótano de una funeraria, Atilio trabaja como un artista de obras efímeras destinadas al peor de los públicos: gente que manosea su arte, llora sobre él, lo ignora o lo evade hasta tanto sea cubierto con la tapa del cajón. Rengo, exiliado y encerrado, Atilio vive en un espacio intermedio entre el mundo de los vivos y el de los muertos.

El diálogo que se entabla entre el maquillador y su obra permite la reflexión sobre cuestiones trascendentales, como la soledad o la razón de la existencia. Se trata de José Luis Albornoz, un actor exitoso que decidió arrojarse a las vías del tren. La próxima creación de Atilio es el maquillaje de un hombre, cuyas piernas se han perdido, deforme por la acción del ripio y la angustia que lo impulsó a la muerte.

Atilio, es una suerte de Hermes Psicopompo, capaz de franquear las fronteras y llevar las almas recién fallecidas al Inframundo. Así como Hermes guiaba a las almas en su trayecto hacia el Hades, aquí, el maquillador alienta a José Luis para que inicie el camino hacia el más allá con la fuerza que amerita: «Escucha, quiero que subas y les demuestres a todos que eres un buen muerto. Ahora tú vas a estar solito. No tengas miedo, eso es lo peor que le puede pasar a un muerto, el miedo. Tú tranquilo, como si nada… piensa… lo que has hecho, ya lo has hecho y lo que no has hecho no lo has hecho… es tu momento, disfrútalo hombre, todo va a estar bien… ese de ahí arriba es el peor de los públicos, pero tú eres actor, muéstrales José Luis, demuéstrales que eres un buen muerto».

La interpelación desde el silencio de José Luis es tan fuerte que Atilio se desarma ante él, capa tras capa, hasta desnudarse y exhibir lo más profundo de sus anhelos, sus temores y su pasado. Atilio descubre que tiene más cercanía con los muertos que con los vivos y reflexiona sobre el exilio que lo trajo a nuestro país. También charla sobre el poco valor que se le da a su trabajo, heredado por tradición, y de la esperanza de que, quizás, los muertos que él maquilló se reconozcan entre ellos en algún lugar donde estén.

El peor de los públicos propone una visión inteligente y llena de humor sobre la forma en que llevamos adelante la vida. Binetti y Lifschitz, tanto en la dramaturgia como en la escena, han encontrado los medios para presentar la muerte liberada de tanta solemnidad y tragedia. El «Mememento Mori» tiene su correlato en el «Mememento Vivere» —acordate de vivir—, y aquí se resignifica de modo magistral.

Ficha de la obra Autoría: Andres Binetti, Alejandro Lifschitz Actúan: Alejandro Lifschitz Iluminación: Jose A. Binetti Realización de muñecos: Laino Norberto Asistente de producción dirección: Verónica Josefina Parreño Prensa: Circe Cultural Producción: El peor de los públicos Dirección: Andrés Binetti FANDANGO TEATRO – Luis Viale 108

Esta reseña se publicó el 11 de mayo de 2016 en La Cazuela


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