Tras leer un artículo en el que se describía la última pieza teatral que protagonizó Marcelo Mastroiani, Federico Luppi supo que quería traerla a Buenos Aires por la ternura y la sencillez con que habla de la vejez y las relaciones de familia.
En Las últimas lunas, de Furio Bordón, Federico Luppi encarna el papel de un viejo maestro que toma la dura decisión de irse a vivir a un asilo y alejarse de la familia. Excelentemente dirigida por Susana Hornos, la obra expone de manera inteligente y amable los modos en que la sociedad enfrenta la cuestión de la edad avanzada.
El primer acto transcurre en la habitación de su casa, donde espera la llegada de su hijo —Ramiro Vayo—. La valija a medio hacer, la ropa revuelta, la última vez en que escuchará a Bach en su tocadiscos. Las conversaciones con el fantasma de su esposa —Susana Hornos— lo llevan a evocar los tiempos en que fue feliz a su lado, los momentos dolorosos en que vivió su pérdida, los recuerdos tiernos sobre las reacciones exageradas de su hijo cuando era muy pequeño.
Ante una partida, hay temas que deben enfrentarse. Aunque cueste y duela admitirlo, todos sabemos que hay un solo modo de salir de un geriátrico, y, sin embargo, la muerte, el amor, la soledad, la angustia por el abandono o por la conciencia de un futuro trágico, nada de lo esencial se habla entre padre e hijo.
En un segundo acto, ya instalado en el geriátrico, el personaje encarnado por Federico Luppi describe la vida a la distancia: cuando los ancianos distorsionan ciertas realidades para no asumir que sus hijos los han abandonado, la soledad y las rutinas de quienes han perdido las esperanzas o las ganas de seguir viviendo, y la tozudez de quien tomó una mala decisión y no quiere reconocer que necesita de sus seres queridos.
La obra cuestiona con franca sinceridad y humor nuestras conductas hacia los ancianos. Amar implica el acompañamiento de nuestros mayores en los momentos en que más nos necesitan. Los que antes eran vistos como grandes sabios, ahora son vistos por la sociedad como personas rumbo a la decadencia. A veces cuesta asumir la vejez, sobre todo, cuando se trata de los padres. Algunos prefieren ignorarla; otros escapan de las responsabilidades; muchos tienen problemas para lidiar con las imposibilidades propias del deterioro… Lo cierto es que nadie tiene una respuesta válida para todas las circunstancias: la vejez es una parte de la vida difícil de afrontar y cada uno debe aprender a hacer con ello.
Ficha de la obra Autoría: Furio Bordon Actúan: Susana Hornos, Federico Luppi, Ramiro Vayo Escenografía: Eliana Sanchez Diseño de luces: Pedro Zambrelli Asistente de producción: Lucía Tomas Asistencia de dirección: Lucía Tomas Prensa: OCTAVIA Gestión Cultural y Comunicación Producción general: Susana Hornos, Pablo Silva Dirección: Susana Hornos CENTRO CULTURAL DE LA COOPERACIÓN - Corrientes 1543
Esta reseña se publicó el 15 de agosto de 2016 en La Cazuela