Henry Miller dijo que nuestro destino nunca es un lugar, sino una nueva forma de ver las cosas. Esta reflexión, aunque no haya inspirado esta obra, sí es coincidente con la propuesta del grupo los Antílopes: Viaje trilógico.
Todo comienza con la azafata y el piloto en un avión. Las escenas se suceden en una estructura abierta: un accidente, una caída, una pérdida y la búsqueda por la supervivencia. La voz del personaje encarnado por Dolores Pérez Demaría narra la historia con toda suerte de expresiones: balbuceos, imitación de sonidos y relatos.
Los sonidos y las luces componen figuras y atmósferas que interactúan con el personaje perdido. Espacios que se suceden como «locus horridus» se muestran amenazantes ante el desconcierto. Los cambios de estado también se manifiestan en el vestuario que se presenta, en un comienzo, convencional, y posteriormente, exterioriza la exuberancia del entorno así como también expresa estados de ánimo hasta llegar a las formas más despojadas.
El ensamble de acción, luces y sonido, de Dolores Pérez Demaría y Gustavo Goldszer, es llamativamente sólido: se trata de un trabajo de movimientos de contrarios porque cuanto más se afianza el lazo entre los protagonistas, la escena se descompone hacia un claro destino apocalíptico.
La muerte es parte importante en esta historia, desde el más allá, la azafata desarrolla un viaje reflexivo que no solo modifica la percepción propia sobre el valor de la vida, sino que guía al público a preguntarse sobre las acciones y las decisiones que tomamos para preservar nuestra tierra.
Ficha de la obra Dramaturgia: Soledad Amido, Dolores Pérez Demaría Actúan: Gustavo Goldszer, Dolores Pérez Demaría Diseño de vestuario: Jessica Menendez Diseño de luces: Malena Miramontes Boim Diseño De Sonido: Gustavo Goldszer Puesta en escena: Soledad Amido Dirección: Soledad Amido DELBORDE ESPACIO TEATRAL – Chile 630
Esta reseña se publicó el 27 de mayo de 2016 en La Cazuela