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Partir de hoy


La identidad es una construcción de cada sujeto. Ya lo dijo Pirandello en Uno, ninguno y cien mil: «¿Ustedes creen que solo se construyen las casas? Yo me construyo continuamente […] y ustedes hacen lo mismo. La construcción dura hasta que no se quiebre el material de nuestros sentimientos o hasta que dure el cemento de nuestra voluntad. ¿Y por qué creen que se insiste tanto en la firmeza de la voluntad y en la constancia de los sentimientos? Basta que aquella vacile un poco, y que estos se alteren un tanto o cambien mínimamente, y adiós a nuestra realidad. De repente, nos damos cuenta de que no era otra cosa que una ilusión nuestra».

La misma crisis de identidad que vive el protagonista de la novela de Pirandello se recrea en Partir de hoy, obra escrita y dirigida por Walter Rosenzwit. Pablo Bontá, es un actor que se presenta ante un público en la pista de un circo. Al comienzo, se lo ve tras bambalinas ensayando, pero luego, se presenta en escena, aunque no llegó el momento de hacer su papel. Bontá es actor, pero también Bontá es personaje.

Actuar es estar en escena, pero, en la pista de circo, Bontá tiene dos identidades: la visible y la que se esconde tras la máscara. Quiere entretener al público, pero su cuerpo no lo sigue. Se desdobla una tercera identidad, cuando aparte del actor y del personaje, surge la persona con la complejidad de una historia familiar, los vínculos afectivos, los deseos de lo que todavía no es, y los miedos de la potencialidad.

La historia se conforma en una estructura de monólogos y diálogos entre Bontá y sus distintos álter ego magníficamente articulados: Bont, quien lo impulsa a la acción; la proyección del padre, que reclama sobre el futuro elegido por el protagonista; la del hijo, que lo ignora como padre; el Bontá joven, el adolescente, el niño que vio algo y que no pudo denunciarlo… En esa conversación múltiple, el actor revive su historia y busca reparar o compensar las faltas del pasado, que en un principio parece tratarse de una cuestión personal, pero que se extiende exponencialmente a toda la sociedad.

Cuando algo grave ocurre, si no es dicho, si no es llevado a la palabra, se convierte en un fantasma o en un tabú. La esencia de esta magnífica obra gira en torno a aquellas deudas por lo no dicho, que nos configuran en el presente marcados por un miedo que debe ser enfrentado aunque nos lleve la vida en ello.

Ficha de la obra Autoría: Walter Rosenzwit Actúan: Pablo Bontá Músicos: Hernán Dadamo Vestuario: Alejandro Mateo Escenografía: Alejandro Mateo Iluminación: Magali Acha Realización de escenografia: Cinthia Chomski Realización de vestuario: Manuela Mateo Asistencia de dirección: Josefina Mac Loughlin Prensa: Duche&Zarate Producción ejecutiva: Pablo Bontá, Walter Rosenzwit Colaboración autoral: Pablo Bontá Dirección: Walter Rosenzwit

Esta reseña se publicó el 19 de noviembre de 2015 en La Cazuela


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