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Un Judío Común y Corriente


Hay momentos en que la historia de una vida se sintetiza en un instante. Como decía Borges, «una lúcida noche fundamental» en la que todo se replantea y cambia el rumbo de la vida. Eso es lo que ocurre con Emanuel Golfarb, el protagonista de Un judío común y corriente, que se presenta de miércoles a domingo en el Maipo Kabaret.

La obra transcurre en el estudio de Golfarb, un periodista alemán, respetado ensayista, a quien encarna Gerardo Romano con una naturalidad sorprendente. El conflicto se desata ante un llamado que recibe de un profesor de Historia, un tal Gebhardt, que invita a Golfarb a dar una charla para sus alumnos con la intención de que los chicos conozcan a un ciudadano judío, un «jüdischer Mitbürger», y se lo pide a él, porque «lamentablemente» no conoce a ningún miembro de la comunidad judía. El llamado termina con un «sincero Shalom», que quizá haya sido ese mínimo aporte que hizo estallar a Golfarb. ¿Acaso se saluda de acuerdo con la religión que se profese? ¿Acaso tanto cuidado en el discurso dejaba en evidencia quién era Gebhardt?

Goldfarb piensa en voz alta mientras camina por el departamento, y decide responder a Gebhardt en una carta, a pesar de lo anticuado del sistema. Se sienta frente a su máquina de escribir, y en la lectura decide reformular la carta. Sin hallarse cómodo con la respuesta, toma su minigrabadora y desarrolla un extenso diálogo imaginario con este interlocutor al que no conoce más que por su mensaje en la contestadora. En la intimidad de la noche, Golfarb deambula por su estudio, hablándole a su minigrabador como si se dirigiera a Gebhardt, y se cuestiona sobre qué implica ser judío. Analiza su relación con su sangre, su pasado y su tradición, así como también, sus vínculos afectivos: en especial, sus padres, su exesposa y su hijo.

En otras palabras, este gran soliloquio lo lleva a preguntarse sobre muchos temas, pero quizá el principal eje de articulación puede sintetizarse en la relación del judío con sus otros: las incertidumbres del ser judío en la Alemania actual, los discursos cuidados para no generar ofensas con palabras poco felices, de la compasión enfermiza y de la tolerancia mal encaminada, las reacciones culposas, la falta de sonrisas, la incomprensión ante ciertas actitudes. En esta búsqueda de respuestas, transita un camino de relaciones impensadas que lo conducen más y más profundo en su propio ser.

El discurso de Golfarb si bien es complejo para describirlo en unas pocas líneas, a la vez, es accesible para el público. Es vertiginoso en sus planteos, pero compuesto de palabras sencillas o clarificadas. El pedido de este profesor Gebhardt desata una auténtica avalancha emocional.

Hay una cuestión que no puede dejar de considerarse: para el momento de composición de la obra de Lewinsky, una novela que se conoció como «Muerte de un crítico», de Martin Walser, tuvo un éxito impensado. Impensado, porque en ella, se mostraba una clara postura antisemita, aunque usaba términos políticamente aceptables. Da la impresión de que muchas de las palabras de Golfarb son una suerte de respuesta a la obra de Walser y a quienes coincidan con su postura.

Dejando a un lado la problemática de la obra, merecen ser destacadas la labor del actor -porque realmente emociona ver a Gerardo Romano en el papel de Golfarb-, y del director, Manuel González Gil, quienes han logrado una pieza impecable. Como se dijo al comienzo, una lúcida noche fundamental que conduce al público a preguntarse, más allá de la cuestión del ser judío, sobre la naturaleza humana y sobre la propia identidad.

Ficha de la obra Dramaturgia: Charles Lewinsky Actúa: Gerardo Romano Dirección: Manuel González Gil Música: Martín Bianchedi Escenografía: Marcelo Valiente Asistente de dirección: Rubén Cuello Teatro: Maipo Kabaret – Esmeralda 443 – CABA

Esta reseña se publicó el 18 de octubre de 2015 en La Cazuela


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