Cuando en la mitad de la noche se pierde el sueño, que desteje la intrincada trama del dolor, todo puede suceder, porque la vida y el sueño son aquello que nos hace en viajeros de un solo camino en la vía del tiempo, pero, a veces, las rutas se cruzan y el pasado se vuelve presente, y el futuro que no fue es la clave para entender el ahora.
Unos viajeros se mueren, escrita por Daniel Veronese y dirigida por Gonzálo Martínez, es la historia de un hombre cuyos padres aparecen en la noche para alertarlo sobre la falta de amor de su esposa. Para comprobar la verdad, le dan una poción que, de usarla, desata un destino trágico y absurdo. Ya lo decía el Shakespeare en el Mercader de Venecia: «El amor, como ciego que es, impide a los amantes ver las divertidas tonterías que cometen».
Como se dijo, con la poción llegan los infortunios: un exnovio vuelve a la casa con el sencillo reclamo de su lugar, el de esposo, y como mejor argumento trae a un hijo que quizá hayan tenido en el tiempo en que habían sido pareja. Los ardides se precipitan, así como las confusiones y los sinsentidos.
La obra tiene grandes momentos en los que la influencia shakespiriana es innegable, pero también, guarda una actualidad sorprendente a pesar de tratarse de una trama sin tiempo. Las actuaciones y el escenario funcionan en consonancia con este principio y aportan el toque de humor absurdo necesario para mantener la dinámica de la obra.
En un deambular entre el sueño y la vigilia, los personajes deberán asumir la catástrofe propia de toda tragedia tras el momento de la revelación. Entonces, lo único que les quedará es morir, dormir… ¿dormir? Tal vez soñar.
Ficha de la obra Dramaturgia: Daniel Veronese Actúan: Carolina Balbi, Federico Gelber, Daniel Kargieman, Luciana Mastromauro, Juan Noodt, Gabriel Zayat Vestuario: Cecilia Zuvialde Iluminación: Matías Sendón Sonido: Ian Korfeld Asistencia de dirección: Agustina Guala Dirección: Gonzalo Martínez Prensa: Carolina Alfonso ESPACIO CALLEJÓN -- Humahuaca 3759
Esta reseña se publicó en La Cazuela.