
Los hermanos sean unidos, esa es la ley primera. Salvo, cuando hay intrigas familiares y la situación se vuelve insalvable. La rivalidad entre hermanos es un tema tan nuestro que desde los tiempos del Génesis ya había evidencias. Caín y Abel, Rómulo y Remo, y tantos otros que siempre fueron protagonizados por hombres. Pero, ¿qué la rivalidad entre hermanas se dibuja con los mismos colores?
Carmencita, de Patricia Suárez, narra el reencuentro dos hermanas, de Menena y Rosario, después de años sin verse. La muerte de la madre es la causa aparente de esta reunión, pero, en los diálogos que mantienen, surgen otros temas, las auténticas razones que traen de regreso a quien había sido sepultada en el olvido: la hermana menor, Rosario.
La entrada de una casa que se mantuvo igual por años es el espacio para la conversación. Una suerte de «ringside bucólico» en que se desgajan las perspectivas de cada una hasta llegar a la verdad sobre el amor, los sueños, la familia. Es interesante el juego de ser y parecer que se descubre en la medida en que avanza la trama, donde, ante cada reclamo o discusión, aparecerá el origen de todos los males: Carmencita, la empleada que se crio, que aún vive en la casa y que les robó tanto las oportunidades como las esperanzas.
Carmencita es un juego contrapuntístico de dos mujeres que propone una reflexión sobre la naturaleza humana donde la ley primera será transformada por los celos, los secretos, las apariencias bien guardadas y la negación de toda responsabilidad en los fracasos.
Ficha de la obra
Autoría: Patricia Suárez
Intérpretes: Graciela Clusó, Diana Kamen
Vestuario y escenografía: Nicolás Nanni
Iluminación: Claudio Del Bianco
Música original: Rony Keselman
Asistencia de iluminación: Martín Fernández Paponi
Prensa: Silvina Pizarro
Producción ejecutiva: Joaquín S. Herrera
Dirección: Mariano Dossena
CENTRO CULTURAL DE LA COOPERACIÓN - Corrientes 1543
Esta reseña se publicó en La Cazuela