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  • Foto del escritorNuria Gómez Belart

Absurdo criollo


Parafraseando a Friedrich Engels, podría decirse que el teatro es la condición básica y fundamental de toda la vida humana. Y lo es en tal grado que, hasta cierto punto, debemos decir que el teatro ha creado al propio hombre. Si bien la expresión original de «El General» estaba referida al trabajo, esta sentencia anacrónica y tergiversada capta la esencia de Absurdo Criollo, una obra escrita por Marcos Arano Forteza y Gabriel Graves.


La obra se construye a partir de la dicotomía de dos grandes espacios escénicos: el espacio de la barbarie, el campo, y el de la civilización, la ciudad. En el primero, un gaucho cantor (Bernardo Forteza), tata de un gurí que no sabe cebar un mate «como la gente» decide recorrer la extensión de la Argentina en busca de una definición de la identidad nacional. Mientras tanto, el rancho queda a cargo de su hijo, Telémaco (Federico Tombetti), quien recibe el mandato de hacerse un auténtico argentino, como su mayor referente, el Juan Moreira.


En la ciudad, una exjueza jubilada (Patricia Rozas), que padece el aburrimiento existencial típico de los burgueses capitalistas que explotan al proletariado, decide candidatearse a diputada. Se le presentan dos problemas: el primero, no tiene el carisma necesario para desarrollar su carrera política; el segundo, nadie la votaría. Aun así, decide crear un partido y presentarse a la candidatura como segunda figura, y pone en primera plana a su empleada doméstica (Rocío Rodríguez Paz), a quien considera tan ignorante como manipulable. Engels lo sintetiza: «el poder político es simplemente el poder organizado de una clase para oprimir a otra».


Sin embargo, ante el vacío teórico de la empleada, el esposo de la exjueza (también lo encarna Bernardo Forteza), sin prever las consecuencias, le da a la joven la llave para que el mundo se transforme: la manda a leer libros. Al principio, diccionarios; pero, como todo libro de referencia, estos diccionarios la llevan a leer la obra de Marx y de Engels. Con el conocimiento, llegan la movilidad social, la expectativa por cambiar el statu quo y la indignación de la exjueza que teme perder a su empleada, pues la emancipación solo será posible «cuando la mujer pueda participar en la producción a gran escala, y el trabajo doméstico ya no reclame más que una cantidad insignificante de su tiempo».


En el juego de tensión entre el campo y la ciudad, un ombú es el portal que reúne y divide. Los personajes traspasan las raíces y llegan al lado aparentemente opuesto, aunque, de manera paradójica, sea ese mismo espacio y sean los mismos actores que asumen papeles diferentes de un lado y del otro. El Tata es el ingeniero, el gurí es un personal trainer, la china es la exjueza, la empleada doméstica es la jefa de campaña. Los tramoyistas y el guitarrista Martín Miconi incorporan otra dicotomía, donde el teatro del mundo rompe los límites ficcionales e incluye al público en la trama.


Como todo lo que es real en la historia humana se vuelve irracional en el proceso del tiempo, todo gira en torno a un sinsentido que nos habita. Los personajes deconstruyen su propia existencia en una lucha dialéctica en relación con la identidad nacional, las ideologías, la política y el teatro.


Contada la trama, cabe hacer foco en lo que realmente importa. Plena de guiños literarios y detalles de toda naturaleza que cautivan al espectador, esta obra es sorprendente de mil maneras, sobre todo, en la calidad artística de quienes integran el elenco. Dicho en criollo, «uno mejor que otro». Solo una conclusión es posible ante tanto palabrerío de mi parte: Absurdo Criollo supera toda expectativa y desconcierta mediante recursos muy simples y muy efectivos donde el talento se manifiesta en la polifonía de la obra, una condición necesaria para la transformación social.


Ficha de la obra

Dramaturgia: Marcos Arano Forteza, Gabriel Graves

Actúan: Christian Amadeo, Roxana Berco, Alejandro Duval, Bernardo Forteza, Alejandro Kenseyan, Jonatan Gastón Peñaranda Osorio, Rocío Rodríguez Paz, Patricia Rozas, Federico Tombetti

Músicos: Valentín Larroy, Martín Miconi

Vestuario: Silvia Zavaglia

Escenografía: Carlos Di Pasquo

Diseño de arte: Romina Salerno

Diseño de luces: Alejandro Velásquez

Música original: Agustin Flores Muñoz, Martín Miconi

Asistencia de dirección: Canela

Prensa: Guillermo Pintos

Producción ejecutiva: Viviana Lastiri

Dirección musical: Agustin Flores Muñoz

Dirección: Marcos Arano Forteza

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