La viva voz
- Nuria Gómez Belart
- 6 sept
- 5 Min. de lectura

“Ahora que no te veré más, vengo al último lugar donde te vi vivo”. Esa nota desesperada de Estrellita resuena en La viva voz, un unipersonal donde María Merlino transforma la devoción en fantasmagoría.
Con dramaturgia de Fabián Díaz y Andrés Gallina, y la dirección de Pablo Ramírez, la obra se instala en un territorio donde la poesía y la tragedia conviven con el mundo del tango. Merlino se distingue, una vez más, por su capacidad de crear personajes cuya prosodia resulta inolvidable. Cada frase suya encuentra una cadencia particular, que fija en la memoria del espectador la voz de quien habla más allá de la anécdota.
La dirección de Pablo Ramírez aporta una mirada singular: su experiencia en el diseño y en la construcción de mundos estéticos se traduce aquí en un trabajo cuidado, atento a cada detalle, que combina lo gótico con el universo del tango sin caer en obviedades. La puesta no busca el golpe de efecto, sino la creación de un clima sostenido, inquietante y delicado a la vez.
El diseño sonoro de La viva voz merece una mención aparte. A la composición musical de Guillermina Etkin se suma el procesamiento con inteligencia artificial realizado por Franco Antonelli. Es un uso muy inteligente de la tecnología: no aparece como artificio llamativo ni como efecto de moda, sino como un recurso dramatúrgico que potencia la voz y el clima del espectáculo. Reverberaciones, desdoblamientos y modulaciones convierten la memoria en un espacio acústico complejo, donde lo humano y lo tecnológico se entrelazan sin perder sensibilidad.
La iluminación de Gonzalo Córdova y la escenografía y vestuario de Ramírez completan un entorno expresivo y refinado. Uno de los puntos más destacados es el trabajo vocal de Merlino. Con el asesoramiento de Mariano Pattin, la actriz se aparta de su registro habitual para encarnar un timbre inesperado, áspero y profundo, que sostiene la fuerza del personaje. Esa transformación vocal es central en un espectáculo que indaga en la persistencia de una voz, tanto real como simbólica.
Merlino tiene ya una trayectoria fuerte en este tipo de desafíos: Nada del amor me produce envidia, Qué me has hecho vida mía y ¿Cómo vuelvo? fueron unipersonales de época que sorprendieron por su originalidad y hondura. La viva voz se suma a esa línea, con la singularidad de rescatar un personaje lateral, casi borrado de la historia, para otorgarle una presencia plena.
Lejos de cualquier tono solemne, la obra se convierte en un viaje que oscila entre lo íntimo y lo espectral, donde lo central es esa voz que resuena y se instala, con la fuerza de una intérprete que ya es referencia en el teatro argentino contemporáneo.
La composición del personaje

En La viva voz, Estrellita aparece concebida como una criatura de la noche. Merlino, junto con los dramaturgos y el director, la construye en clave gótica: un ser errante, vampírico, que atraviesa la oscuridad de Bogotá la noche previa al accidente aéreo que terminaría con la vida de Gardel. Esa elección estética transforma a Estrellita en una figura ambigua, mitad devota, mitad espectro, que convierte su duelo en aventura.
La actriz se apropia de esa dimensión fantástica para darle cuerpo a un personaje que no se limita a la anécdota biográfica. Su voz, trabajada en un registro más grave del habitual, sostiene el espesor de una Estrellita que ya no es apenas la extra enamorada del ídolo, sino un fantasma que insiste en sobrevivir a la historia oficial. Ese gesto es central: la vuelve protagonista de su propio relato, incluso cuando lo que la rodea es pérdida y desgarro.
El vestuario, diseñado por Pablo Ramírez, se convierte en un aliado esencial en esta construcción. Merlino atraviesa más de cuatro cambios de ropa a lo largo del unipersonal, y cada transformación modifica radicalmente la percepción del personaje. Una capa puede hacer de Estrellita una figura espectral; un tapado pesado la convierte en una viuda intempestiva; un vestido, con apenas un pliegue distinto, la instala en la sensualidad o en la fragilidad de una joven expuesta. Es un vestuario que no ilustra, sino que muta con ella, en una secuencia de metamorfosis continuas que dialogan con la idea de lo vampírico y lo nocturno. Los cambios no son meramente visuales: cada prenda es una prolongación de la voz y del cuerpo, un recurso que despliega matices distintos en la composición y que acentúa el carácter de criatura cambiante que Merlino imprime a Estrellita.
Quién fue Estrellita

Estrellita del Regil fue una joven actriz mexicana que quedó marcada para siempre por su vínculo con Carlos Gardel. A comienzos de los años treinta, cuando Gardel y Alfredo Le Pera buscaban artistas hispanohablantes para participar en las películas que preparaban en Estados Unidos, Estrellita se presentó a una audición y fue seleccionada. Según contaba ella misma, Gardel la distinguió de inmediato y la alentó a confiar en su futuro. Fue contratada para actuar en Tango Bar (1935), la última película filmada por Gardel, donde tuvo una participación pequeña pero significativa.
En el rodaje de esa cinta ocurrió un episodio revelador: en la escena en la que Gardel canta Lejana tierra mía rodeado de inmigrantes españoles, Estrellita, ubicada cerca de él, se emocionó de tal manera que rompió en lágrimas en pleno registro. El director debió repetir varias veces la toma, molesto por el costo del celuloide. Para ella, ese momento quedó asociado al amor profundo que sentía por Gardel, un sentimiento que confesó abiertamente.
La tragedia llegó con el accidente aéreo en Medellín en junio de 1935, donde Gardel perdió la vida. Estrellita, con apenas 20 años, intentó suicidarse en Nueva York en el hotel donde Gardel se había alojado por última vez. Ingerió cápsulas de yodo y dejó una nota en la que explicaba que volvía al último lugar donde lo había visto con vida. Fue salvada gracias a la intervención de su madre y un tratamiento médico de urgencia.
En La viva voz, esa nota que Estrellita dejó escrita —“Ahora que no te veré más, vengo al último lugar donde te vi vivo”— ya no suena como despedida, sino como la afirmación de una presencia que insiste. Merlino convierte ese gesto desesperado en teatro, y en esa transformación la voz de Estrellita deja de ser un susurro perdido para volverse inconfundible.
FICHA TÉCNICO ARTÍSTICA
Autoría: Fabián Díaz, Andrés Gallina
Idea Original: María Merlino
Actúan: María Merlino
Diseño de maquillaje: Matías Nazareno López
Diseño de vestuario: Pablo Ramírez
Diseño de escenografía: Pablo Ramírez
Diseño sonoro: Guillermina Etkin
Edición de sonido: Franco Antonelli
Diseño De Iluminación: Gonzalo Córdova
Puesta en escena: Pablo Ramírez
Dirección: Pablo Ramírez
Composición Sonora: Guillermina Etkin




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