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Ni fácil ni inocente: por qué la lítote complica la claridad

  • Foto del escritor: Nuria Gómez Belart
    Nuria Gómez Belart
  • 4 oct
  • 5 Min. de lectura

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En los documentos que buscan precisión —contratos, pólizas, resoluciones, reglamentos— no es raro encontrarse con expresiones como “no es poca la responsabilidad”, “no carece de importancia” o “no resulta improbable”. Estas construcciones son ejemplos de lítote, un recurso retórico que afirma algo negando su contrario. En literatura puede sonar elegante y persuasivo; sin embargo, en textos que deben ser comprendidos y recordados con facilidad, la lítote se transforma en un obstáculo silencioso.

Quien se dedica a la comunicación clara sabe que la comprensión no depende solo del vocabulario. La forma lógica de las oraciones tiene un impacto directo en el esfuerzo que requiere decodificarlas. Coleen Trolowe señala que las negaciones complejas, entre ellas la lítote, incrementan la carga cognitiva porque obligan a la mente a construir y luego descartar representaciones mentales. Primero se activa la idea contraria —“carecer de importancia”— y luego hay que inhibirla para llegar al sentido real —“es importante”—. Ese doble movimiento es costoso para la memoria y ralentiza la interpretación, sobre todo si el lector no está habituado al lenguaje técnico o si lee bajo presión, como ocurre con contratos o formularios.


La evidencia cognitiva detrás del problema

Los hallazgos recientes en psicolingüística refuerzan esta advertencia. Estudios como el de Beltrán, Liu y de Vega sobre los mecanismos inhibitorios en el procesamiento de las negaciones describen que la negación activa los sistemas de freno del cerebro, los mismos que se utilizan para detener acciones o reprimir pensamientos. No es solo un fenómeno gramatical: requiere un trabajo mental activo y puede ser fuente de fatiga y errores en la interpretación.

Coleen Trolowe retoma esta línea y aplica el enfoque a la comunicación institucional. Según su análisis, cada negación encadena dos procesos: imaginar la situación afirmada y suprimirla para llegar al mensaje que realmente importa. Cuando a esto se suma el estilo atenuado de la lítote, el riesgo de error se multiplica. Lo que buscaba ser diplomático o formal termina complicando la claridad. El lector necesita más tiempo, hace pausas para reinterpretar y, muchas veces, olvida lo leído con mayor rapidez.


Por qué importa en documentos que deben ser claros

La carga cognitiva no es un problema abstracto: tiene consecuencias prácticas. En contextos de seguros, salud, administración pública o derecho, un lector que no retiene bien la información puede tomar decisiones equivocadas o incumplir requisitos sin saberlo. Un ejemplo tomado de una póliza de seguro ilustra el punto: “No aseguramos vehículos que no estén registrados en Sudáfrica”. Aquí coinciden dos negaciones: “no aseguramos” y “no estén registrados”. Para entender, el lector debe imaginar un vehículo registrado, negar esa idea y luego aplicar la regla. El esfuerzo es innecesario y propenso a errores.

Reescribir en forma afirmativa simplifica de inmediato: “Solo aseguramos vehículos registrados en Sudáfrica”. Menos pasos, mayor retención. Este tipo de transformación no requiere sacrificar exactitud; solo implica reorganizar la información de manera más directa. Además, genera confianza: un enunciado claro transmite la impresión de que quien escribe se preocupa por que el mensaje sea comprendido y no por mantener un estilo distante o artificioso.


Poner a prueba el texto con usuarios

Detectar este tipo de obstáculos no siempre es evidente para quien escribe. Lo que parece claro desde la mesa de redacción puede ser confuso para un lector real. Liezl van Zyl, diseñadora de documentos en Sudáfrica, insiste en la importancia de probar los textos antes de publicarlos. Sus recomendaciones, difundidas en guías de comunicación clara, proponen ejercicios simples pero reveladores y accesibles incluso para equipos pequeños.

Entre estas estrategias, una de las más útiles es la prueba de búsqueda: observar si una persona encuentra la información que necesita dentro del documento. Si la oración con lítote retrasa la localización del dato, es una señal de alerta. Otra es el think-aloud test, que consiste en pedir al lector que lea y verbalice su proceso mental; ante frases como “no carece de relevancia”, suelen aparecer vacilaciones, reformulaciones y dudas explícitas. También resultan útiles las pruebas de lectura en voz alta, donde el lector comenta en tiempo real si algo suena confuso, y el cloze test, que revela si el contexto es suficientemente transparente para anticipar las palabras omitidas.

El test de tareas va un paso más allá y verifica la aplicabilidad real del texto. Consiste en pedir a las personas que completen una acción concreta usando el documento, como seguir un procedimiento o llenar un formulario. Si se pierde tiempo o se cometen errores por frases en negativo, el problema queda expuesto. Este enfoque conecta la revisión lingüística con la experiencia del usuario y permite ajustar no solo la gramática, sino también el diseño comunicativo en su conjunto.


Reformular para reducir carga cognitiva

El paso siguiente es reescribir. En muchos casos basta con reemplazar la estructura negativa por una afirmativa equivalente. “No es improbable que suceda” se puede volver “Es posible que suceda”; “No es poca la responsabilidad” se convierte en “Es una gran responsabilidad”; “No carece de restricciones” pasa a ser “Tiene restricciones”. La operación es sencilla y sus beneficios son inmediatos: se reduce la carga de procesamiento y se mejora la recordación.

En lugar de sonar menos formal, estos cambios aumentan precisión y evitan dobles interpretaciones. También mejoran la memoria: estudios citados por Coleen Trolowe muestran que las afirmaciones positivas se recuerdan mejor que las negativas, incluso cuando el contenido es el mismo. Y cuando se necesita mantener cierto matiz o cortesía, se puede optar por recursos más transparentes que la lítote, como adverbios de grado (muy relevante, bastante probable) o explicaciones directas sobre el alcance de lo que se comunica.


Lenguaje claro y confianza institucional

El lenguaje claro no se trata solo de legibilidad técnica. La forma en que un documento se expresa influye en la percepción de transparencia y fiabilidad de la institución que lo emite. Coleen Trolowe subraya que los textos con estructuras complejas o poco directas alimentan la desconfianza y aumentan la distancia entre el organismo y la ciudadanía. Cuando un contrato evita decir “no es poca la responsabilidad” y afirma directamente “usted es responsable de…”, el mensaje se vuelve inequívoco y refuerza la sensación de trato honesto.

Del mismo modo, Liezl van Zyl vincula la prueba de usabilidad con la ética comunicativa. No basta con que un texto sea formalmente correcto; debe ser accesible y accionable para quienes lo reciben. Probar y ajustar reduce el riesgo de exclusión y favorece decisiones informadas. Incorporar estas prácticas al ciclo de producción documental es una forma concreta de hacer valer el derecho de las personas a comprender lo que leen.


Evitar la lítote para mejorar claridad y retención

La lítote es un recurso retórico valioso en literatura y discurso persuasivo, pero en documentos donde la comprensión inmediata importa, su costo supera sus beneficios. Coleen Trolowe advierte que cada negación es una traba potencial para la memoria y la interpretación; Liezl van Zyl recuerda que la única forma de saber si un mensaje funciona es ponerlo frente a quienes deben usarlo. Reformular oraciones en positivo y testear la claridad antes de publicar no es un capricho estilístico: es una práctica profesional que ahorra errores, reclama menos esfuerzo mental y construye confianza. Si la meta es que la información se entienda y se recuerde, evitar la lítote y cualquier negación innecesaria es un primer paso poderoso.

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© 2020 Nuria Gómez Belart 

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