Un escenario multicolor, donde la música y el murmullo de la muchedumbre se entrelazan en un mullido abrazo multitudinario. La musa de la creatividad murmura al oído de los artistas multifacéticos. Con cada mueca, muletilla o músculo en tensión, mutan en múltiples personajes, como un muaré de muerte y de vida o un juego de municiones. La mutua complicidad entre actores y público se multiplica en risas y aplausos, y en el mutatis mutandis de las emociones, se hace metáfora sobre la munificencia del mundo.
Como en una suerte de Gran Dionisíaca, haciendo honor al patrón del teatro y del vino, el Grupo Mínimo y Juan Francisco Dasso reestrenan Que todas las vaquitas de Argentina griten Mu, un tríptico de tragedias que exponen las miserias humanas con humor: la primera, inspirada en Áyax, de Sófocles; la segunda, inspirada en los dramas de Armando Discépolo o de Roberto Cossa, y la tercera, inspirada en la observación del mundo más cercano.
En la Troya de Homero, un Áyax furioso no es elegido ni por los dioses ni por los héroes aunque reúna todas las condiciones para consagrarse como el guardián de las armas del Pélida Aquiles. Allí, entre héroes, dioses y vacas Áyax se rinde ante su propia hybris. Fiel a la tragedia griega, la obra evidencia un transcurrir entre lo aparente y lo real, entre el fracaso y el triunfo ajeno, en medio de una tiranía meritocrática en la que Áyax jamás será considerado a pesar de sus dotes.
En la Argentina del Progreso, la nonna y el nonno añoran la época en que tenían la esperanza de hacerse la América. Giancarlo Pagliaro lo apuesta todo en el campo argentino como maestro quesero pero Mario Bolatti le hace sombra. El prototipo de la familia disfuncional de la época, con dos hijos antitéticos, una promesa y un perfecto inútil, una esposa subsumida en la disconformidad, Pagliaro vive un período de vacas flacas, por no decir, literalmente peladas.
En una Argentina más cercana a la actualidad, una diva decadente, Fabiana Fever, hace todo para recuperar su trono. Rodeada de bailarines, con unos trajecitos hermosos y unos tacos que solo una reina puede llevar con elegancia, el público es testigo de dos auténticos melodramas: el que se filma en escena, estelarizado por Concepción Amoral, la sensación joven del momento, y el que protagoniza la propia Fabiana Fever, quien no tolera ser una actriz de reparto.
Para los argentinos, las vacas son el progreso y son los seres que contemplan rumiantes nuestro devenir y de nuestros fracasos continuos. Pero también son un emblema patrio: el dulce de leche, el queso, el asado, la milanesa, la pampa y sus paisajes, las promesas, las canciones de la infancia y la merienda cuando volvíamos del cole. Las vacas nos unen en cada mugido y nos muestran que la mutua complicidad entre actores y público se multiplica en risas y aplausos, con una sola expresión fuerte y argentina: ¡MU!
Ficha de la obra
Dramaturgia: Grupo Mínimo, Juan Francisco Dasso
Actúan: Ximena Banús, Emiliano Formia, Juan Isola, Cristian Jensen, Facundo Livio Mejías, Eugenio Tourn
Diseño de vestuario: Mariano Gato Rodríguez, Julieta Sánchez Aragone
Diseño de escenografía: Mariano Gato Rodríguez, Julieta Sánchez Aragone
Diseño de luces: Víctor Gabriel Olivera
Realización de escenografía: Mariano Gato Rodríguez, Julieta Sánchez Aragone
Realización de vestuario: Mariano Gato Rodríguez, Julieta Sánchez Aragone
Música: Jonathan Gejtman
Fotografía: Rilind Modigliani
Diseño gráfico: Pulpografía
Asistencia de dirección: Max Murmis
Producción: Espacio Sísmico, Grupo Mínimo, Catalina Villegas
Dirección: Grupo Mínimo, Juan Francisco Dasso
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